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En la Fiesta del Sagrado Corazón

Publicado en: Editorial 1

Algo más sobre el Corazón de Jesús

Nos acercamos a la celebración del día del Sagrado Corazón, fiesta principal de la Congregación, de nuestro Colegio y de nuestro Centro Pastoral. Como en toda celebración nos sentimos invitados a alegrarnos, a festejar, a convivir en un ambiente nuevo, de alegría y de amistad fraternal.

Una celebración de esta importancia nos mueve naturalmente a volcarnos a nuestro interior para descubrir el sentido más profundo de lo que celebramos. Una fiesta sin sentido siempre tiene gusto a poco o deja un sabor amargo en nuestros labios. Y decimos que debemos volcarnos a nuestro interior porque es allí donde se fragua el verdadero sentido de las cosas y de nuestra acción. Las otras explicaciones pueden dejarnos satisfechos por un momento, pero descontentos en lo más profundo de nosotros mismos.

Entonces, la invitación es a decirnos íntimamente qué significa para mi vida esto del Corazón de Jesús? Qué relevancia tiene para mi vida concreta. En qué modifica o marca mis sentimientos, decisiones y comportamientos cotidianos? Qué huella ha dejado Jesús en mi propio corazón.

Cuando nos adentramos en el corazón de Jesús, cuya hondura es más insondable que la hondura del mar, nos encontramos con el misterio mismo de nuestra vida, de nuestros anhelos profundos, de nuestras limitaciones y de nuestros aciertos. Nos sucede así porque nos adentramos en lo más genuinamente humano de la persona de Jesús y de la nuestra, de nuestros más profundos deseos, de nuestros desafíos y esperanzas, de nuestros sueños y proyectos de plenitud y de felicidad.

Quisiera compartir unas observaciones acerca del Corazón de Jesús que nos pueden iluminar y orientar en nuestra vida. Son reflejos sencillos que emanan de una lectura simple de su Evangelio. Es un sencillo esfuerzo por descubrir, desde la fe, aquello que movió a Jesús a vivir de la manera que lo hizo, sin escatimar esfuerzo alguno por entregarse a la causa de su vida, el anuncio del Reino de Dios.

Su amor apasionado por Dios

Toda la vida de Jesús no es sino el reflejo de esa experiencia de intimidad con su Padre Dios de una hondura infinita. Su vida no es otra cosa que entregarse a anunciar su Reino con la novedad de su bondadosa misericordia que invita a vivir en la confianza, en la serenidad, en la verdadera alegría de sentirnos invitados a una fiesta de fraternidad que comienza ya, aquí y ahora. Nos contagiamos con ese amor cuando nos sentimos amados y fortalecidos por Dios, cuando sabemos reconocer su presencia en todo lo cotidiano, desde la salida del sol hasta el ocaso, cuando experimentamos la vida como un don de alegría y de esperanza a pesar del sufrimiento y el dolor que nos acompañan día a día, cuando nos sentimos perdonados, cuando amamos y nos dejamos amar. Así, quisiéramos tener un corazón como el suyo.

Su respeto y amor incondicional por lo humano, por el hombre y la mujer

No hay página del evangelio en que no sintamos su sensibilidad ante el dolor y el sufrimiento, ante las preocupaciones del diario vivir; como también de la alegría y el gozo del sol de cada día que impregna la vida de esperanza, de anhelos trascendentes, de deseos de crecer, de una satisfacción enorme por servir, del deseo profundo de construir una fraternidad humana sin límites, sin diferencias, sin abusos, sin divisiones, llena de paz y felicidad. En el Corazón de Jesús vemos lo impactante de este amor al hombre y la mujer que no termina de sorprendernos cuando alienta, sana, estimula a ponerse de pie, cuando perdona e invita a caminar con un “no lo hagas más”. Así también, quisiéramos tener un corazón como el suyo.

Su infatigable esfuerzo por mostrar su amor predilecto por los más débiles

Los pobres, los enfermos, los que sufren, los que viven en soledad, los que han sido postergados o excluidos de los bienes de todos, los que carecen de consuelo en sus aflicciones, los que añoran la paz en sus corazones, los pobres de espíritu, los mansos de corazón: son los preferidos de su Corazón. A ellos les ha confiado, antes que a nadie, los secretos del Reino. Hacia ellos orienta nuestra mirada y nuestro corazón cuando soñamos con la construcción de un mundo más fraterno, más justo y más amable. Efectivamente, cuando nuestra tarea de cada día tiene esta misma predilección en el fondo de nuestro corazón, todo adquiere un sentido distinto y nuevo, como el del Corazón de Jesús. Así también, nosotros quisiéramos tener un corazón como el suyo.

En estos momentos de dolor, de vergüenza y de pena por nuestra iglesia, necesitamos volver a lo esencial, al corazón de nuestra vida, al Corazón de Jesús.

Seguiremos en nuestra tarea de cada día, con sus gozos y rutinas; seguiremos en nuestro afán por “caminar juntos para crecer más y servir mejor”; continuaremos en nuestro empeño de construir una auténtica comunidad fraternal entre nosotros: estamos invitados a hacerlo al estilo del Corazón de Jesús y en comunión con el corazón de María, su madre.

Siguiendo José Vicente Odriozola SS.CC:

Asesor Religioso - Centro Pastoral Manquehue

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  1. Elena Eyquem Vial
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    Gracias Padre José Vicente por esta preciosa motivación que me invita a seguir el estilo del corazón de Jesús junto con el de María, me invita a reflexionar y mirar en lo profundo de mi corazón, añorando un corazón como el de Jesús.