Este breve escrito en la cercanía del día del Sagrado Corazón, quiere ser, antes que nada, un afectuoso saludos a todas y todos los apoderados del Colegio y a todos los amigos y amigas del Centro Pastoral.
Ya estamos viviendo el mes del Sagrado Corazón y lo hacemos en este tiempo tan particular de pandemia universal y cuarentena cada uno en sus casas.
Es tiempo privilegiado para mirar a Jesús en aquello que lo identifica como Hijo y como hermano.
Es tiempo de mirar lo más central de su persona, su núcleo, su centro más vital de donde nacen no sólo sus sentimientos, convicciones y decisiones, sino también su íntima conciencia de su plena identificación con Dios, su Padre.
Por eso mismo, en el corazón de Jesús nos encontramos con lo esencial de Dios, el Dios del Amor, la fuente desde donde nace toda experiencia de amor: “el Padre y yo somos uno…” (Jn. 10, 30)
Al mirar a Jesús, queremos en estos días empaparnos de ese amor y poner nuestro propio corazón en marcha tras Él. En plena amistad y cercanía. En auténtico deseo de ser fieles a su deseo: “que todos sean UNO como Tú y yo somos UNO”.(Jn. 17,21). Entramos en la gran misión de Jesús.
Por eso mismo este tiempo de cuarentena es tiempo ideal para mirarnos al corazón, para mirar nuestro corazón y mirar en profundidad el corazón humano.
Es tiempo de mirar el deseo más profundo que nace del corazón de Jesús.
Podemos rezar y tratar de vivir aquello que hemos escuchado en un canto que suelen cantar con entusiasmo los jóvenes:
Es tiempo de revisar nuestro modo de proceder.
Es tiempo de contribuir a re-crear una humanidad con relaciones más humanas.
Es tiempo de confiar en el Señor cuyo corazón es fuente de Amor, es fuerza que impulsa a caminar con un corazón confiado y alegre como el suyo.
Es tiempo de rogar a Dios, que conoce nuestro corazón débil, que nos regale a cada uno y a toda la humanidad conmovida por esta pandemia, la fuerza del amor solidario, igualitario y esperanzado. La misma fuerza que llevó a María hasta el pie de la cruz.