Ven, Señor del Adviento y de la historia,
el que eres, que vienes y vendrás,
a encender en los pesebres de este tiempo
la esperanza de una nueva humanidad.
Ven, Señor, que te aguardan las naciones,
añorando la abundancia de tu paz
mientras forjan azadones de sus armas
y construyen día a día tu ciudad.
Ven, Señor, que en lo hondo de la tierra
donde luchan la tiniebla con el sol,
en la fragua de los campos y trigales
¡ya germina la semilla que murió!
No te olvides de los pobres de tu pueblo
que camina esperanzado hacia la luz.
¡Ven, Señor, del Adviento y de la historia,
a quedarte para siempre, ven Jesús!